El lunes la cocina donde trabajo está cerrada, por lo que me fui a cenar a una bodeguita del pueblo recomendada por mucha gente.
Es esta una bodega de chimenea, manteles de papel, y algún mosquito que merodea con tanto afán que acaba en la copa de un vino cosechero que no está nada mal y que quito tranquilamente con un palillo porque lo que no mata engorda.
La señora, esa que ya no cumple otra vez 60, me conoce y me ha preparado mesa. Al sentarme no me pregunta lo que voy a cenar, que allí es especialidad, me planta la botella de su vino y me dice que me pone ella lo que quiera. Cualquiera dice nada, y mientras pienso eso me trae un plato de chorizo casero y una bandeja de pan de hogaza.
Una que se conoce y que va cenando como una mendiga (miento como una cosaca pero me queda bien), prueba el chorizo y se lo acaba acompañado de una enorme ensalada de lechuga y cebolla de la huerta de los propietarios.
La sorpresa es cuando llega otra mesa con el entrenador y algunos jugadores locales que al parecer van a cenar mucho allí. Escucho la conversación mientras Marcelina me planta un plato de patatas fritas y dos huevos de corral, la especialidad de la casa.
Es entonces cuando hago mi papel de mendiga comiéndome las patatas y los huevos, eso sí, mojando mi pan y mis patatas mientras en el parte (este pueblo es de parte a las tres de la tarde y a las nueve de la noche en la primera de la tv) ponen el aniversario de la caída del muro de Berlín.
Y una que anda sensible últimamente se emociona al recordar dónde estaba hace 20 años y todo lo que ha ocurrido, y tanta es la emoción que los ojos se empañaron justo cuando Marcelina vino a retirarme el plato y quedó encantada porque creyó que ese asomo de lágrimas era por sus huevos. No quise llevarle la contraria mientras pensaba en la cantidad de muros que levantamos a diario y que algunas veces resulta tan difícil desarmar.
Mientras me tomaba el café de puchero y miraba la botellita de orujo que no probé, me pregunté cuantas veces me he pasado días y días levantando mi propio muro y cuántos meses y meses guardándolo para que nadie entrara, entre vigilias y cubos de cemento armado de miedos.
Finalmente al pagar, Marcelina y su marido Mariano me cobraron 7 euros, algo que me dio hasta vergüenza y dejé 9.Mientras regresaba a casa, pensaba en otro muro levantado, y otro caído, pensé en lo simple de unos huevos con patatas, pensé que algunas noches, basta con el poder de lo simple para que muchos muros caigan. Esta vez espero poder verlo, como el de Berlín hace 20 años.
Es esta una bodega de chimenea, manteles de papel, y algún mosquito que merodea con tanto afán que acaba en la copa de un vino cosechero que no está nada mal y que quito tranquilamente con un palillo porque lo que no mata engorda.
La señora, esa que ya no cumple otra vez 60, me conoce y me ha preparado mesa. Al sentarme no me pregunta lo que voy a cenar, que allí es especialidad, me planta la botella de su vino y me dice que me pone ella lo que quiera. Cualquiera dice nada, y mientras pienso eso me trae un plato de chorizo casero y una bandeja de pan de hogaza.
Una que se conoce y que va cenando como una mendiga (miento como una cosaca pero me queda bien), prueba el chorizo y se lo acaba acompañado de una enorme ensalada de lechuga y cebolla de la huerta de los propietarios.
La sorpresa es cuando llega otra mesa con el entrenador y algunos jugadores locales que al parecer van a cenar mucho allí. Escucho la conversación mientras Marcelina me planta un plato de patatas fritas y dos huevos de corral, la especialidad de la casa.
Es entonces cuando hago mi papel de mendiga comiéndome las patatas y los huevos, eso sí, mojando mi pan y mis patatas mientras en el parte (este pueblo es de parte a las tres de la tarde y a las nueve de la noche en la primera de la tv) ponen el aniversario de la caída del muro de Berlín.
Y una que anda sensible últimamente se emociona al recordar dónde estaba hace 20 años y todo lo que ha ocurrido, y tanta es la emoción que los ojos se empañaron justo cuando Marcelina vino a retirarme el plato y quedó encantada porque creyó que ese asomo de lágrimas era por sus huevos. No quise llevarle la contraria mientras pensaba en la cantidad de muros que levantamos a diario y que algunas veces resulta tan difícil desarmar.
Mientras me tomaba el café de puchero y miraba la botellita de orujo que no probé, me pregunté cuantas veces me he pasado días y días levantando mi propio muro y cuántos meses y meses guardándolo para que nadie entrara, entre vigilias y cubos de cemento armado de miedos.
Finalmente al pagar, Marcelina y su marido Mariano me cobraron 7 euros, algo que me dio hasta vergüenza y dejé 9.Mientras regresaba a casa, pensaba en otro muro levantado, y otro caído, pensé en lo simple de unos huevos con patatas, pensé que algunas noches, basta con el poder de lo simple para que muchos muros caigan. Esta vez espero poder verlo, como el de Berlín hace 20 años.
Porque nunca es tarde para que sigan cayendo aquellos muros que separan y que coartan libertades.Porque nunca sabes cuando va a llega alguien y lo derrumba a base de caricias y besos.
Afortunadamente, aún soy libre para quedarme o para irme.
Creo sinceramente que esta es una de tus mejores entradas, Guardiana. Sí, ojalá algún día podamos derribar todos esos muros, físicos y exteriores o mentales e interiores, que construimos tan a menudo.
ResponderEliminarAh, y qué bien se come/cena en esos restaurantes y mesones de toda la vida.
Mustard
http://atasteofmustard.blogspot.com/
Que ese derrumembe esté acompañado de unos buenos huevos fritos Mustard,,,,, regreso a tu blog que por falta de tiempo no he podido ver
ResponderEliminarExcelente reflesiòn,cada dìa como tù bien dices levantamos muros,nos cubrimos con corazas,todo para autoprotegernos.
ResponderEliminarExquisitos los huevos con patatas.
Abrazos.
Qué razón tienes Guardiana. A veces nosotros somos nuestros peores enemigos y nos empeñamos en hacer las cosas terriblemente difíciles. Un besote, me ha encantado esta entrada
ResponderEliminarcuántas reflesiones podemos hacer con tu comentario...muros que nosotros construimos y que son tan infranqueables que no permitimos que nadie vea lo que hay detrás de ellos,y por tanto no dejamos que otros penetren para ayudarnos.Intentemos dejar entrar la luz y así podremos vivir mejor.Un beso,Angeles
ResponderEliminarANDA GUARDIANA QUE BIEN ESCONDIDA ESTAS
ResponderEliminarPERO ESO SI DEVES DE ESTAR RELAJADA DE VERDAD EL ESTAR EN UN SITIO ASI ES UN LUJO
BUENO UN BESO NOS VEMOS
¡ AH ! POR CIERTO VOLVIMOS A ABRIR EL BLOG DE LOS GRITOS
Pues volveré a susurrar hawai.....hasta en el paraiso se necesita, te lo aseguro
ResponderEliminarencantado me quedo con tu post guardiana, qué escena tan cálida y tan bonita, enhorabuena!
ResponderEliminarpedro - www.unacocina.tk
Hola guardiana, últimamente no tengo mucho tiempo para disfrutar de pequeñas/grandes cosas y ahora que tenía un ratito he tenido la suerte de pasarme por tu blog y la verdad es que han sido unos minutos estupendos. tus refelxiones las hago mías, también. Como bien te han dicho, a veces somos nuestros peores enemigos y al intentar defendernos no hacemos sino aislarnos. En algún momento aprenderemos, de nuevo a confiar.
ResponderEliminarGracias por tu reflexión y enhorabuena por esos huevos con patatas y poder vivir en ese pequeño paraíso.
Un beso,
Belisker
Que todos tus muros caigan. Seguro que, aunque pueden estar hechos con buenos materiales, la cimentación es mala.
ResponderEliminarSaludos, Guardiana. Una entrada para quitarse el sombrero. Mejor dicho (y más propio) "de toma pan y moja".
Un abrazo.
Me dio curiosidad tu farolero y me encantó el nombre de tu blog. ¡Cuánta calidez en tu relato! ¡Y cuántos amigos que te visitan! Un placer conocerte,
ResponderEliminarmaría
Un placer recibirte en mi Faro María, espero regreses alguna noche más
ResponderEliminarOtra vez mas "chapoo" por tu escrito, cada dia que puedo entrar en tu foro y leer los comentarios que haces me dejas como dicen ahora "anonadada" ademas de dejarme pensando en la razon que tienes y que yo toda mi vida he estado levantado muros sin parar, pero sin destruir ninguno, acaso si cayendome encima de mi, espero que esta gran reflexion que me has hecho hacer pueda servirme para hacerme mas fuerte en esta vida y tirar todos muros que tengo construido a lo largo de la vida.
ResponderEliminarTe deseo todo lo mejor y en ese pueblecito que tambien te cuidan. Tu te mereces todo. un besote muy grande. gelinos
Bienvenida de nuevo primilla a mi Farolo . Sabes? es igual de fácil levantar esos muros como destruirlos. Sé que lo conseguirás, el primer paso ya lo has dado, y si necesitas buen martillo, avisame.
ResponderEliminarBesos desde este pequeño rincón donde amenaza la nieve
Te diré que en el tema muros, no te creas que son tan innecesarios. Mientras haya ordas por ahí desperdigadas en nuestras vidas, mejor que sean hasta de triple capa si cabe.
ResponderEliminarUno nunca sabe cuando nos viene encima la invasión. Y si queremos dejar entrar a algún colono, pues para eso también tenemos puentes levadizos alrededor de la fosa.
Porque fosa también tendremos, ¿no?
Mi fosa debe ser bastante honda,,,,, por lo que estoy viviendo ahora. Me encantan tus comentarios, gracias
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