Lo de las compras no es lo mío. Sí, debo ser rara pero me
molesta bastante eso de estar de tienda
en tienda probándome ropa una y otra vez.
Entrar en tiendas y buscar el vestido que me pueda quedar
bien, esa falda que me falta para el top negro, o los pantalones que conjunten
con los últimos zapatos de tacón.
Me molesta que invadan mi espacio, que entrando por la
puerta tenga a tres dependientas o dependientes preguntándome si me pueden ayudar. Si ni siquiera he visto
nada!
No, no estaba preparada esa tarde para todo lo que implicaba
ir de compras aunque mi armario me lo pida a gritos. Hoy no.
Otra cosa es el cajón de mi ropa interior. Hace días me
envió un mail con un mensaje de socorro
para que repusiera ciertas prendas que se quedaron perdidas en la habitación de
alguna de mis amantes. Aún no entiendo bien cómo.
Con esta duda me presenté en esa tienda de lencería que me
pierde. Esa misma en la que nada más entrar me saludan, me preguntan cómo estoy
y me ponen un café. Detallazo para esta tarde de compras y para mi ánimo.
Me debato entre braguitas y tangas, entre encajes y colores.
¿Picardías? ¿Por qué no? Me lo quedo, nunca se sabe cuándo surge una noche
loca, para mía, para ella.
Aprovecho la ocasión para probarme un camisón corto de satén
gris, en breve el buen tiempo llegará y es bastante cómodo para estar en casa.
¿Se llevó Sandra el azul en el último desfile
al que me presenté voluntaria? ¿En su casa o en la mía? Es curioso, solo
acierto a recordar la manera en que me
lo quitó.
Como ya estoy lanzada, me atrevo con dos conjuntos de
colores, digamos, atrevidos. Un naranja palo
que se confunde con el color de mis pechos y un azulón que me indican
está de moda. Resultones, eróticos, cómodos. Ya estoy deseando enseñarlos.
No puedo dejar de comprarme uno negro. El negro siempre me ha seducido. Siempre he seducido con el
negro. Este es de fondo de armario imprescindible. No puedo creer que haya
mujeres que no tengan ropa interior negra.
Me llevo dos por aquello de las que
no tienen, para compensar, ya sabéis.
Dos horas después saco mi tarjeta de crédito mientras me
ponen todo en bolsas con papel elegante y cajas de colores. Me he gastado más
dinero que si me hubiera comprado el vestido, el pantalón y la falda que me
hacía falta para mis nuevos zapatos de tacones. Estoy eufórica.
No puedo esperar para ponerme todo. Esta noche quizás me
anime a salir.
En el taxi de regreso a casa sigo sin entender cómo se me ha quedado toda esa ropa interior en casa de
mis amantes. Para alguien que casi nunca la utiliza es difícil de comprender.
No puedo dejar de sonreír.
jajajaja que bueno!!!
ResponderEliminarComo siempre me haces reir