No soporto
Madrid en Julio. Demasiado calor, demasiada
gente, demasiados turistas y sobre todo
esas noches en las que no hay manera de dormir. Una se cansa de dar
vueltas en la cama mientras tu paciencia se ahoga en sudor.
Encontré la
mejor manera de remediarlo saliendo cada
noche a las terrazas de moda de la ciudad. Un sistema no demasiado barato pero
efectivo al que le cogí cariño desde el principio.
Un buen
mojito y ropa fresca hacían las delicias de
los atardeceres mientras deleitaba mis ojos con hermosas mujeres que se
paseaban por las calles de la ciudad,
mujeres que también escapaban del horno de su casa para buscar una brisa que
recorriera los cuerpos anhelantes de
algo fresco.
Y fue una de
esas noches que no recuerdo cuando esa
mujer deseada pasó delante de mi mesa
mirándome mientras un suave hálito recorría
mi espalda.
No puedo afirmar que fueran sus ojos oscuros, esa forma de moverse ante mí o la mirada que me traspasó.
Otro mojito
mientras enciendo un pitillo. No entiendo
la causa de mi nerviosismo mientras busco a esa preciosidad sin resultados. Esto es
absurdo, debe ser el calor de esta
maldita noche.
El camarero intenta ligar conmigo mientras me pone la copa y eso hace que mi inquietud vaya en
aumento. ¡Seré idiota!
Voy a
respirar hondo varias veces intentando convencerme que no ha sido verdad, el bochorno hace que me imagine estas cosas,
qué va a ser si no.
Ahora no me voy a casa, no regreso hasta que sea
capaz de respirar normalmente, hasta que se me vaya esa imagen de la retina y a ser posible hasta que comience a
nevar en Madrid esta noche de Julio para remediar los calores.
Cierro los
ojos y me concentro en la música de Sade
que se desliza entre las mesas. Esto ya
se parece a cualquiera de las otras noches en las que he salido buscando
que pasen las horas para ir a descansar.
Todos mis sentidos están
en proceso de relajación. Absolutamente todos regresan a su estado hasta
que su voz perfora mi entendimiento.
-Claro que
está libre la silla, contesté.
-Pidamos 2 mojitos
No recuerdo
si nevó esa noche de Julio en Madrid, ni
siquiera la hora que fue. Si me acuerdo perfectamente de cada gesto,
cada risa, del camarero enojado.
Aquella
noche no pasé calor y tampoco dormí.
Son muchas
las noches que te busco y otras tantas que te encuentro. Seguimos visitando
terrazas aunque preferimos nuestra cama.
Que no acabe Julio querido verano.
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