
Hace días me pasé dos jornada en un pequeño pueblo del Camino de Santiago, allí donde la piedra habla, donde la nieve en invierno se hace camino y te refugias al calor del vino y del buen fuego de la chimenea.
Buen camino fue lo primero que escuché al bajar del coche. Buen camino se dicen cuando se encuentran con alguien que va haciendo el Camino de Santiago, te lo dicen los que caminan, los que en bicicleta te miran y regalan una sonrisa. Los restaurantes, los vecinos; buen camino. Hay algo tan hermoso para desear?
Durante ese tiempo vi como se levantaban los peregrinos a las 7 de la mañana y maltrechos curaban sus pies para seguir andando sin plantearse el descansar esa jornada. Hay que seguir, seguir andando hasta la próxima parada.
Vi como descansaban, ponían hielo sobre rodillas hinchadas y reanudaba su camino, buen camino peregrino. También como la comida apaciguaba el dolor físico junto a otros compañeros.
Donde me encontraba daba igual la nacionalidad, el idioma, la religión, pues todos nos entendíamos mientras los bastones y las conchas relucían al calor del sol, un alto en el camino.
Pregunté muchas veces la motivación de aquellos que pasaban a mi lado, los que compartían conmigo un café y el descanso. La fe salía a relucir, pero no la religiosa. Era fe en uno mismo, esa misma que unas veces se había perdido y las otras era buscarla en los caminos para renovarla. Era y es;encontrarse a uno mismo.
Todos ellos me regalaron su experiencia, la paz, la calma de aquel que comparte sin esperar nada a cambio. Para muchos era su primera vez, en cambio otros llevaban años haciéndolo una y otra vez, se hace necesario, siempre es bueno buscarse y encontrarse.
En estos dos días hablé el idioma de la solidaridad, de la comprensión, de la ayuda al peregrino que pasa dos horas mientras come y sigue adelante. El dialecto que todos entienden y muchos se niegan a hablar.
Todo ello se hace presente en un pequeño pueblo denominado de la piedra. Un espacio pequeño físicamente donde aún están muy presentes los castaños, el río con sus patos y piedras, las manzanas reinetas, el vino, la iglesia tocando a las horas en punto, el puente romano que da la bienvenida, la calle principal donde las casas te arropan entre pizarra y geranios, olor a carbón y a madera del humo que sigue saliendo de las chimeneas.
Buen camino dicen, buen camino adopto porque de alguna manera, todos somos peregrinos haciendo el camino, aunque no nos lleve a Santiago.
Buen camino amigo, buen camino Guardiana
Buen camino fue lo primero que escuché al bajar del coche. Buen camino se dicen cuando se encuentran con alguien que va haciendo el Camino de Santiago, te lo dicen los que caminan, los que en bicicleta te miran y regalan una sonrisa. Los restaurantes, los vecinos; buen camino. Hay algo tan hermoso para desear?
Durante ese tiempo vi como se levantaban los peregrinos a las 7 de la mañana y maltrechos curaban sus pies para seguir andando sin plantearse el descansar esa jornada. Hay que seguir, seguir andando hasta la próxima parada.
Vi como descansaban, ponían hielo sobre rodillas hinchadas y reanudaba su camino, buen camino peregrino. También como la comida apaciguaba el dolor físico junto a otros compañeros.
Donde me encontraba daba igual la nacionalidad, el idioma, la religión, pues todos nos entendíamos mientras los bastones y las conchas relucían al calor del sol, un alto en el camino.
Pregunté muchas veces la motivación de aquellos que pasaban a mi lado, los que compartían conmigo un café y el descanso. La fe salía a relucir, pero no la religiosa. Era fe en uno mismo, esa misma que unas veces se había perdido y las otras era buscarla en los caminos para renovarla. Era y es;encontrarse a uno mismo.
Todos ellos me regalaron su experiencia, la paz, la calma de aquel que comparte sin esperar nada a cambio. Para muchos era su primera vez, en cambio otros llevaban años haciéndolo una y otra vez, se hace necesario, siempre es bueno buscarse y encontrarse.
En estos dos días hablé el idioma de la solidaridad, de la comprensión, de la ayuda al peregrino que pasa dos horas mientras come y sigue adelante. El dialecto que todos entienden y muchos se niegan a hablar.
Todo ello se hace presente en un pequeño pueblo denominado de la piedra. Un espacio pequeño físicamente donde aún están muy presentes los castaños, el río con sus patos y piedras, las manzanas reinetas, el vino, la iglesia tocando a las horas en punto, el puente romano que da la bienvenida, la calle principal donde las casas te arropan entre pizarra y geranios, olor a carbón y a madera del humo que sigue saliendo de las chimeneas.
Buen camino dicen, buen camino adopto porque de alguna manera, todos somos peregrinos haciendo el camino, aunque no nos lleve a Santiago.
Buen camino amigo, buen camino Guardiana