"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Antoine de Saint-Exupéry


viernes, 27 de agosto de 2010

Compás de espera




Esta noche andaba yo revuelta por dentro y fuera a causa de una ola de calor del Sahara que se metió en Madrid a finales de un Agosto que ya presumía, más chula que un ocho, el principio del final del verano, o por lo menos , un respiro que me permitiera descansar sin esos sueños raros que tengo.
Así que bajé del Faro en uno de esos intentos heroicos para ver si llegaba hasta mí las canciones del maestro-poeta Sabina que actuaba a menos de 1000 metros y al que no fui por falta de parné.


La suerte quiso que me encontrara en pocos pasos una botellita sin mensaje y con un liquido con burbujas que decía algo así como “bebe de mí”, y como estaba una así como tonta pero sin el cómo, pues eché un buen trago para que aliviara mi dolor de ausencia, mi momento de aburrimiento, mi deseo de estar allí dónde no te imaginas. Las ganas hicieron, deduzco ahora sobria, que imaginé ese mensaje pues a la mañana siguiente me encontré con la misma botella y con una etiqueta bien clara de “no beber, puede producir sueños que se desean”.

En esas estaba yo, con mi frasco mágico de sueños en la mano, danzando en la arena y bebiendo de vez en cuando para que los sueños que deseaba se hicieran realidad, cuando.. zasss, de repente hallé una gran caracola y me dije: aquí está Sabina que me cantará algo al oído; obvio si lo estoy buscando y tengo una garrafa de sueños para mí sola. Ni una nota sonó, sólo una reprimenda del huésped de la concha que me incitaba a gritos que la dejara en su sitio.
La luna me incitó a seguir por la orilla del mar y bebí de nuevo deseando que cada ola fuera Sabina cantando algo que yo pudiera susurrar. El oleaje me empapó y me estampó de nueva en la orilla, sin Sabina, sin sueño deseado y tirando a croqueta marinera.

Decidí darle otro sorbo pensando en la definitiva y escuchar algo parecido a; Princesa, Así estoy sin ti, Pongamos que hablo de Madrid, Esa boca es mía, por ejemplo. Me di con la primera roca y salió un bicho que no supe reconocer protestando por despertarle de su modorra.

Me rendí y me di la vuelta al Faro cuando, sorpresa, una lámpara encontrada ahí, al alcance de la mano. Ay Dios que el brebaje de la leche era misterioso en verdad. Tuve problemas para no tirar la fascinante botella y frotar el candil al mismo tiempo mientras cantaba la canción más hermosa del mundo.

No era mi noche y un cangrejo rabioso bailó un par de fandangos sobre mi cara. Desesperada corrí hasta lugar seguro subiendo escaleras hasta lo alto del Faro, escaleras arriba con la garrafa del demonio en la mano (no me fueran a quitar los sueños) , sin resuello, sin preguntarme nada, me “sobraban los motivos”. No me miré al espejo, no pensé, no soñé, no imaginé, me acosté en la cama sobre el mando de la cadena de música y sin querer queriendo se puso en marcha.
Recuerdo que sonaba Y sin embargo te quiero, me acuerdo que abracé tu recuerdo y me dormí. Maldito botellín de sueños incumplidos,pero intactos.


Las últimas palabras que escuché fueron las de la canción, y sin embargo: te quiero