"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Antoine de Saint-Exupéry


jueves, 26 de mayo de 2011

Puntillas y paso firme.



Esto de renovarse es la leche, entre mano y mano de pintura una va pensando en colores nuevos y en colocar cosas que antes no entraban en mi espacio. Es como si el Faro aumentara de tamaño y se convirtiera en una gran mansión que no tuve y que quizás deseo. A saber.
Mientras estoy con paleta y rodillo pienso en las veces que he estado andando por la vida de puntillas con el miedo agarrado en la planta de los pies. Recuerdo las ocasiones en las que pesaba más el temor a dar ese paso y el sobresalto de molestar por dar esa nueva pisada en esta historia.
Durante el tiempo que empleo en quitar el polvo para que se vaya por la ventana inventada, me planteo la cantidad de gente que me he encontrado con miedo a salir a la palestra con la tiza en la mano e intentar resolver el problema que tiene entre manos. Ni con tizas de colores. No hay manera aunque eso sí, excusas las hay a millares.
Atenazados por el desasosiego del qué dirán, del cómo lo haré, qué pensarán, metiéndolos en sus bolsillos para sacarlos en la puerta de su casa y hacer lo que desean porque nadie los ve.
Entre sábanas y a solas nadie excepto dos saben lo que ocurre entre pliegues de más miedo. Cuidado, peligro de descubrir quién soy y a quién amo .Paleta de hormigón armado recubierto de hierro. No sea que se descubra.Shissss
Sigo con la bayeta y evoco la cantidad de veces que me escondí, que hice mil y un requiebros para seguir viviendo como pensaba que quería vivir y acabar en el mismo lugar. Demasiadas vueltas en círculo que acabaron por marearme. Casi siempre por el miedo de la otra persona, siempre claudicando mi voluntad, siempre “culpable” de algo que no era mío.
Cuando llego a la linterna del Faro para darle otra pasada de luz (que no falte), me doy cuenta que he vivido con el sobresalto de los que a mi lado estaban, metida en trincheras esperando, y deseando, que no llegaran las balas a rozarme el flequillo. Qué tontería por Dios, me acabo de cortar el pelo. Frente despejada y cabeza alta.
Me da tiempo a bajar y acercarme a la tienda de la isla de al lado para comprarme unos zapatos nuevos con suela de dibujos. He decidido dejar marca en el suelo, pisar fuerte y dejar huella.
Qué carajo, si hay que caer, que sepan quién soy, que yo, afortunadamente, ya lo sé.