"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Antoine de Saint-Exupéry


martes, 15 de diciembre de 2009

Martes, 19:00 hrs




Todos los martes a las 7 de la tarde tengo una cita a la que no puedo acudir. Todos los martes a esa hora cierro los ojos y aplaudo cuando sales al escenario.

Durante unos 90 minutos disfruto de algo que no veo ni escucho pero que de alguna manera vivo y siento, aunque algunas veces, la mayoría, por no decir todas, me duele no estar sentada como el resto, independientemente si el programa es más o menos bueno.

Es nuevo para mí quedar un día, una hora y no poder estar. Es duro imaginar dónde quisiera estar y no poder asistir. Sí, definitivamente para alguien que no suele fallar, que es puntual como el mejor reloj suizo, se lamenta estar con el pensamiento y no firme allí presente.

Me consuela en ese rato anterior o los posteriores escuchar lo que quizás sea, lo que acaso toques, lo que me gustaría escuchar aunque no sea del todo verdad. Sé que es el “quitapesares” de una tonta que se aficionó al oboe desde hace meses y que disfruta aún más si cabe de la música clásica.

Ya sabes que como buena prosaica que soy, disfruto del pasodoble españolismo y me emociono con Puccini, aunque he de reconocer que desde que te conozco Bach me conmociona, me impresiona.

Las causalidades que no existen, hacen que en este preciso momento en el que escribo Pavarotti cante “Una furtiva lágrima” y dejo el teclado para ponerme cómoda y plegar los ojos mientras intento que la mía no escape y caiga al lado de la silla que vas a ocupar esta tarde sin que pueda verte.

Hoy es martes y quedan 40 minutos para nuestra cita. Estoy nerviosa, Mozart me prepara para lo que voy a escuchar.

Martes 7 de la tarde, hoy también estaré allí cariño, no lo dudes. Como siempre, como nunca debí faltar. Empieza a tocar, te escucho.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Voluntad y goma de borrar



Esto de la voluntad debe ser algo caprichoso o en su defecto debe nacer de bien adentro, aunque aún no sé cual es mi profundidad en cuanto a ella.

La tuve para adelgazar a pesar de las apuestas que tenía en mi contra, y lo hice.Realicé medio camino del trazado pero algo es algo.

Mi voluntad se perdió a la hora de dejar de fumar, principalmente porque es algo que me gusta y que en estos momentos no me planteo. Reconozco que no tengo tanta intención para adelgazar y dejar el cigarrillo a la vez. Las cosas por partes, una por una, todo a su tiempo que me aturullo.

Esta tarde en la que llueve perezosamente en este lugar donde los días se deslizan sin hablar pero pesando como piedras de esta pizarra que me rodea, pienso en la voluntad que nace de una pastilla para dormir , pastilla feliz ó de unas horas bajo un edredón nórdico.

Me acuesto en circunstancias más bien malas con el arrojo de hacer mi maleta roja (ya hablaré de esta otro día) a primera hora y largarme de aquí. Pero mi voluntad debe renovarse esa noche para que a la mañana siguiente me duche, me vista y me presente con mi mejor cara en el trabajo. La misma cara que por el momento mantengo intacta.Por el momento, que ganas y muchas hay de partirla en trozos para meterla en un botillo Denominación de Origen.

No sé si es voluntad u orgullo lo que queda de una misma para aguantar al más impresentable de los jefes en un lugar al que no pertenezco y al que no me dejan corresponder porque tienen miedo a que sepa demasiado, o demasiado poco, quién sabe. La palabra clave debe ser demasiado.

Tras este mes medio creo que mi tesón se reproduce sin saber muy bien cómo y por qué, pero por si acaso decidí comprarme una goma de borrar que no venden en papelerías de niños ni mayores de 18 años con privilegio de protestar en establecimientos con derecho de admisión caducado.

Una goma de borrar que tache a los indecentes personajes que me rodean como si fuera yo, en el mejor de los casos, la dibujante de un cómic absurdo e irreal, en una escena surrealista que no se quiere vivir, que está mal dibujada. Corregir ese paisaje que sobra, que no cuadra en el conjunto de la vida que has soñado.

Hoy mi tesón está quebrado y perdido en las grietas de la piedra que pensaba que nunca se puede despedazar, la misma que me vendían esta mañana pulida y envejecida como las muchas canas que siembran mi pelo desde que vago por este proyecto de paraíso sin acabar.

De mi bolsillo saco mi goma mágica de borrar para que todo vuelva a su lugar. Debe ser la niebla que ha bajado con esta lluvia absurda que me impide corregir este paraíso indefinido a un purgatorio soportable. Hoy es día de infierno imprevisible.

Esta noche le sacaré punta a mi goma porque mañana intentaré deshacer todo esto y volver a mi lugar. Que no quede por voluntad…, ni por goma.



martes, 10 de noviembre de 2009

Entre muros y huevos fritos


El lunes la cocina donde trabajo está cerrada, por lo que me fui a cenar a una bodeguita del pueblo recomendada por mucha gente.

Es esta una bodega de chimenea, manteles de papel, y algún mosquito que merodea con tanto afán que acaba en la copa de un vino cosechero que no está nada mal y que quito tranquilamente con un palillo porque lo que no mata engorda.

La señora, esa que ya no cumple otra vez 60, me conoce y me ha preparado mesa. Al sentarme no me pregunta lo que voy a cenar, que allí es especialidad, me planta la botella de su vino y me dice que me pone ella lo que quiera. Cualquiera dice nada, y mientras pienso eso me trae un plato de chorizo casero y una bandeja de pan de hogaza.
Una que se conoce y que va cenando como una mendiga (miento como una cosaca pero me queda bien), prueba el chorizo y se lo acaba acompañado de una enorme ensalada de lechuga y cebolla de la huerta de los propietarios.

La sorpresa es cuando llega otra mesa con el entrenador y algunos jugadores locales que al parecer van a cenar mucho allí. Escucho la conversación mientras Marcelina me planta un plato de patatas fritas y dos huevos de corral, la especialidad de la casa.

Es entonces cuando hago mi papel de mendiga comiéndome las patatas y los huevos, eso sí, mojando mi pan y mis patatas mientras en el parte (este pueblo es de parte a las tres de la tarde y a las nueve de la noche en la primera de la tv) ponen el aniversario de la caída del muro de Berlín.
Y una que anda sensible últimamente se emociona al recordar dónde estaba hace 20 años y todo lo que ha ocurrido, y tanta es la emoción que los ojos se empañaron justo cuando Marcelina vino a retirarme el plato y quedó encantada porque creyó que ese asomo de lágrimas era por sus huevos. No quise llevarle la contraria mientras pensaba en la cantidad de muros que levantamos a diario y que algunas veces resulta tan difícil desarmar.


Mientras me tomaba el café de puchero y miraba la botellita de orujo que no probé, me pregunté cuantas veces me he pasado días y días levantando mi propio muro y cuántos meses y meses guardándolo para que nadie entrara, entre vigilias y cubos de cemento armado de miedos.

Finalmente al pagar, Marcelina y su marido Mariano me cobraron 7 euros, algo que me dio hasta vergüenza y dejé 9.Mientras regresaba a casa, pensaba en otro muro levantado, y otro caído, pensé en lo simple de unos huevos con patatas, pensé que algunas noches, basta con el poder de lo simple para que muchos muros caigan. Esta vez espero poder verlo, como el de Berlín hace 20 años.
Porque nunca es tarde para que sigan cayendo aquellos muros que separan y que coartan libertades.Porque nunca sabes cuando va a llega alguien y lo derrumba a base de caricias y besos.
Afortunadamente, aún soy libre para quedarme o para irme.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Entre piedra y pizarra



Vivo en un pueblo de 500 habitantes de los que debo conocer 100 como mucho, aunque si digo 60 seguro que exagero.

Es un pueblo pequeño con una calle principal y dos a los lados de ésta, calles paralelas y poco más, pero entre casa y casa de piedra existen 60 centímetros para asomarte y encontrarte con un abismo al que yo miro sin acercarme.

En este lugar me despierta el reloj de la Iglesia que da las horas en punto, y dos toques en las medias. Canta el gallo al amanecer y cuando abro la ventana de mi habitación abuhardillada veo un nido de cigüeñas en el tejado de enfrente. Por si acaso no la abro mucho pues quizás un amanecer de estos se me cuelan entre las sábanas.


Suelo pasear un rato por las mañanas y otro a media tarde, 400 metros calle arriba y otros tantos al contrario, que no hay para más. Aquí huele a leña , a carbón de chimenea y cocinas de las de antes, aquí se sale a la puerta de casa con la silla si hay buen tiempo.

Es de esos lugares donde dices buenas tardes aunque no conozcas, saludas aunque sea un simple gesto con la cabeza. Las puertas de las casas están abiertas y puedes ver los troncos apilados, las cocinas de antaño como si retrocedieras 30 años.

Aquí también huele a pimientos asados en la puerta del garaje sin placa de prohibido aparcar, a castañas asadas, se perciben las consultas que no se atreven a hacer mientras te miran preguntándose quién eres. En tardes como hoy te regalan nueces desde un balcón que recogieron esta misma mañana.

Inmediatamente te encuentras con los bares del cigarro en la comisura de los labios mientras se juega un “subastao” o un julepe. Pequeños bares de café con gotitas de orujo en la mañana, chupito al mediodía y mus de la noche con copa a 3€.

Sí, este es un pequeño pueblo donde las mujeres salen a la calle en pijama y van a buscar el pan en zapatillas de andar por casa, donde el tiempo parece que se paró pero sigue avanzando lentamente colándose entre alguna lluvia de otoño, entre el rocío de la mañana, entre pizarra y piedra.Entre las canas que brotan aún no siendo primavera.

Como estoy perdiendo la noción del tiempo y espacio, a veces me pregunto cuánto tiempo llevo aquí. Me olvidé de nuevo que en algún momento borré de la memoria eso de contar minutos, me basta con disfrutarlos. Eso sí, muy lentamente que es cómo mejor saben las cosas.

lunes, 12 de octubre de 2009

Domingos en el Retiro


Desde hace algún tiempo paso las mañanas de los domingos en el Retiro mientras escucho los acordes de la Banda Municipal de Madrid.

Tantos domingos han dado para pasearme entre Puccini, Dvorak, Granados, Strauss, Sorozábal, Moncayo ó Bach, para mover la cabeza al son de los valses y de los pasodobles al ritmo de “Olé” del público.

Me ha dado tiempo para añorar a Pavarotti en Nessun Dorma ó sentir el primero de Enero mientras suena El Emperador y así imagino como entre los árboles se deslizan varias parejas vestidos de época en el Madrid de los Austrias.

Turandot me cautivó y la Sinfonía del Nuevo Mundo me emocionó tanto que acabé sentada al lado del oboe, en mitad del templete, mientras mi mirada se perdía en unos dedos que acariciaban sus claves.

Canté Madrid, Madrid, Madrid como el resto y varias zarzuelas se colaron en estas mañanas


Siempre el sol acompañándome para dedicarme a observar a la gente y cómo disfrutaban; gente de toda clase y edad cerrando los ojos mientras sus cuerpos se mecen siguiendo la música. Niños, niños muy pequeños mirando con la boca abierta mientras dirigen con sus pequeñas manos simulando al Director.

Este último domingo vi como las hojas de los árboles tienen ya ese color rojizo otoñal que me anuncia el cambio.

El próximo, éste domingo ya pasado, no veré al abuelo que siempre guarda una silla a su amigo imaginario mientras elige a una mujer guapa a quien cederla y entablar conversación, ya no veré a la mujer engalanada que baila y saluda todos los días al Director de turno, a esa pareja con su bolsa de cervezas frías que degustan en vaso de cristal.


Pasará el otoño y el invierno, y de nuevo se presentará la primavera para tornar otra vez al Retiro los domingos. Será cuando en los árboles las hojas vírgenes comiencen a brotar, cuando la gente vuelva a pararse en el camino para escuchar. Será entonces cuando busque mi silla y de nuevo te veré en domingo, en el Retiro. Domingos de sol, de periódico, de música, de observar, de esperar tomando un té, domingos de ti.

Es curioso como los domingos dejaron de ser aburridos desde que te encuentro allí, en el parque. No es anecdótico que ahora mis días sean domingos en el Retiro.

Hoy es domingo, pero no tengo ni idea de qué día es en realidad. Acaso importa ? Dímelo tú.



viernes, 2 de octubre de 2009

Tocan a muerto




Tocan a muerto en mi pueblo, en mi pequeño pueblo llamado Villoria de Órbigo, y es mentira. Tocan a muerto allá en el páramo de León y es más mentira.

Nunca entendí cómo pueden tocar eso, ni siquiera cuando era pequeña y corría por las largas calles aún sin asfaltar. Tocar a muerto es sentir la primera campanada y esperar la segunda sin aliento, es esperar esos segundos como si la vida, nunca mejor dicho, te fuera en ello .Pararse uno y pararse el tiempo que corría entonces sin prisa para una que quería sentirse ya mayor.


Hace casi dos meses, ésta que escribe se sentaba a tu lado en una tarde- noche de una boda de una prima común. Antes fueron los aperitivos y las fotos que hoy me sirven de excusa para llorar.

Hace casi dos meses me reí, me reí tanto como las otras veces que me encontré contigo en alguno de esos viajes fugaces que hacía al pueblo. Esa noche nos peleamos con langostinos, con escotes sugerentes y con historias entre el todo y la nada, y nos quedamos en el medio que es dónde nos gustaba estar. Los extremos nunca son buenos.

Esa noche te fuiste cómo un señor, como lo que eras, te bastó un simple: “voy a buscar tabaco” y desapareciste tras la cena, sin decir adiós, porque no lo necesitabas, porque no querías estropear la noche a nadie. Esa misma noche, dejaste en el bolsillo del corazón risas, sonrisas y vida.


Pensé entonces hacer una crónica de esas que de vez en cuando escribo en tono de humor para contar la boda. Nunca lo hice. No me dió tiempo a decirte que el lunes comienzo a trabajar cerca de Ponferrada y que podríamos vernos. Este domingo voy para allá y espero verte en cualquier lugar tomando un vino.

Mis sobrinos que aún no tienen la edad, esa maldita edad que algunas veces martillea la cabeza para comprender, recuerdan al primo Gelín que les enseñaba pueblos recónditos de León llevando en el maletero una buena tortilla. Es curioso como se te recuerda viviendo y disfrutando de aquellas veces que lo enseñabas como si fueras tú el niño.

Pura vida como el libro, es poco decir para ti. La regalabas en cada sonrisa, en cada palabra. Vida dabas a cambio de un rato de esos en el bar del pueblín, en cada chopo que ayer agachaba su copa en señal de respeto cuando pasaste al lado del cementerio, en las piedras que se apartaban del camino para que llegaras allí dónde te esperaban, en cada rosa que abría sus pétalos para recibirte. Confieso que estuve a punto de aplaudir tu llegada, tu estancia a mi lado, llevada por el impuso de jóvenes estudiantes, de profesores que siguen creyendo en esto del enseñar y confieso que lloré , que te toqué dos veces y me faltaron veces.

Hoy estoy convencida que la vida, esa que dicen que es sabia aunque yo siga hablando del tema con ella, te dio un buen zarpazo porque era consciente que si no lo hacía así, ibas a luchar con todo lo que tenías para salir adelante. Sí, así ocurrió y aguantaste tres días, luchando con todo lo que tenías dentro. Pero esta vez no salió bien, ganó la vida. Vida que incluso en esos momentos en los que arañas hasta el último suspiro, regalaste. No esperaba menos de ti, no me sorprendió. Más vida, aún más si cabe. Te sobraba de eso, la donaste.

Yo que sigo caminando allá donde me lleva la brújula del destino sin definir, miraré ahora a la gente que me rodea con la esperanza de encontrar algo tuyo en aquellos que se crucen en mi vida. En este camino no está sólo tu corazón, estas tú, está cada gota de vida que tienes.

Hace casi dos meses, hace casi dos años, hace casi dos días, hace casi dos horas, hace casi dos minutos, hace casi dos segundos, me senté a tu lado y me regalaste vida, me obsequiaste con la alegría del que da sin esperar nada a cambio. Hace tres días que agradezco tal regalo, hace muchas vidas que no dejo de recordarte y de sentirte. Hace eternidades que te añoro, te busco, te encuentro en sonrisas, en el fuerte aroma de un Ducados, en la lluvia de esta mañana, el sol de la tarde, en el silencio que me acompaña, el escalofrío que me anuncia la noche, en el bullicio de mi nada, en el hueco del todo.

En Villoria dicen que tocaban a muerto. Y yo digo que es mentira, porque hasta las campanas de la iglesia se confundieron pues no saben tocar a VIDA. Quién les ha enseñado? Que yo recuerde nadie, hasta el miércoles que le diste una clase magistral. Ahora ya saben hacerlo.

Por cierto, te espero en Ponferrada . Siempre habrá un vino esperando, siempre habrá un momento para compartir, siempre me quedará el instante para vivirte.


Ahora las campanas de Villoria tocarán a Vida, porque tú se lo has enseñado. Gracias profesor, si no te importa espero que seas tu quien le diga que es mentira lo que tocan, a mi no me hacen caso, sigo siendo aprendiz.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Buen Camino


Hace días me pasé dos jornada en un pequeño pueblo del Camino de Santiago, allí donde la piedra habla, donde la nieve en invierno se hace camino y te refugias al calor del vino y del buen fuego de la chimenea.

Buen camino fue lo primero que escuché al bajar del coche. Buen camino se dicen cuando se encuentran con alguien que va haciendo el Camino de Santiago, te lo dicen los que caminan, los que en bicicleta te miran y regalan una sonrisa. Los restaurantes, los vecinos; buen camino. Hay algo tan hermoso para desear?


Durante ese tiempo vi como se levantaban los peregrinos a las 7 de la mañana y maltrechos curaban sus pies para seguir andando sin plantearse el descansar esa jornada. Hay que seguir, seguir andando hasta la próxima parada.

Vi como descansaban, ponían hielo sobre rodillas hinchadas y reanudaba su camino, buen camino peregrino. También como la comida apaciguaba el dolor físico junto a otros compañeros.


Donde me encontraba daba igual la nacionalidad, el idioma, la religión, pues todos nos entendíamos mientras los bastones y las conchas relucían al calor del sol, un alto en el camino.


Pregunté muchas veces la motivación de aquellos que pasaban a mi lado, los que compartían conmigo un café y el descanso. La fe salía a relucir, pero no la religiosa. Era fe en uno mismo, esa misma que unas veces se había perdido y las otras era buscarla en los caminos para renovarla. Era y es;encontrarse a uno mismo.

Todos ellos me regalaron su experiencia, la paz, la calma de aquel que comparte sin esperar nada a cambio. Para muchos era su primera vez, en cambio otros llevaban años haciéndolo una y otra vez, se hace necesario, siempre es bueno buscarse y encontrarse.



En estos dos días hablé el idioma de la solidaridad, de la comprensión, de la ayuda al peregrino que pasa dos horas mientras come y sigue adelante. El dialecto que todos entienden y muchos se niegan a hablar.

Todo ello se hace presente en un pequeño pueblo denominado de la piedra. Un espacio pequeño físicamente donde aún están muy presentes los castaños, el río con sus patos y piedras, las manzanas reinetas, el vino, la iglesia tocando a las horas en punto, el puente romano que da la bienvenida, la calle principal donde las casas te arropan entre pizarra y geranios, olor a carbón y a madera del humo que sigue saliendo de las chimeneas.

Buen camino dicen, buen camino adopto porque de alguna manera, todos somos peregrinos haciendo el camino, aunque no nos lleve a Santiago.

Buen camino amigo, buen camino Guardiana

martes, 15 de septiembre de 2009

Nadar entre deseos



Como en las tormentas perfectas, hay que tener en cuenta que se necesita toda una serie de factores que se confabulen para que una se desnude y directamente se atreva a lanzarse de cabeza al mar de los deseos. Mejor no contar hasta tres y zambullirse con los ojos abiertos para deleitarse.

Tras el primer contacto intentas hacerte a la nueva situación y poco a poco te vas encontrando tan cómoda que incluso te atreves a flotar mientras miras al cielo azul y un deseo acaricia tu brazo lentamente, uno de tantos que se encuentran a tu alrededor y que absorta vas admirando añadiendo más deseo al propio deseo con el cuerpo amoldándose lentamente a la cálida atracción de las sensaciones.


Ya metida en aguas tranquilas y relajadas, es el momento de bañarse tranquilamente mientras los apetitos van aumentando. Alguna vez crees reconocer una ola más alta de lo normal sin intención aparente y falta poco para que una bocanada de agua salada me haga toser. No deja de ser anecdótico y hasta divertido.

Luego, tras la confianza que nace del interior se atreve una a bucear. Los mejores remos que tengo son mis manos, mis dedos, mi lengua si me permites decirlo, aunque ninguno de ellos me ayuda a la hora de perder el rumbo para dejarme arrastrar por tus aguas ya no tan tranquilas.

Sin aire extra que valga, la inmersión se convierte en laberinto de deseos con mapa incorporado a base de alguna caricia tímida por si me pierdo.

La ventaja de nadar entre deseos es la gran facilidad de movimiento que tienes, es la sensación etérea de estar suspendida por el hilo de tus besos, en la comisura de tus labios, en el verde de tus ojos, ingrávida. Es deslizarse entre una paleta completa de azules, verdes y algún turquesa que se coló en un suspiro que llega a su destino en mensaje sin cifrar.


Ahora ya sé lo que tengo que hacer, tan simple como acercar mi barca a la orilla. El fluir del agua y las mismas ganas son el empuje perfecto para que te acerques a mi.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Mensaje en una botella






Cuesta esto de aprender a meter mensajes en una botella y lanzarlas desde el faro mientras esperas que lleguen al lugar que pretendes.

Son esas veces en las que intentas pedir ayuda confiando en las mareas que se mueven a su antojo y que pocas veces coinciden con el tuyo.

Supongo que lo aprendí hace tiempo aunque no pueda recordarlo y ayer me dediqué a lanzar algunas con notas en Morse de S.O.S. que es lo único que sé escribir en este extraño lenguaje, tan extraño que son pocas las personas que lo entienden.

Ahora me planteo en cambiar de brújula porque no llegan a la playa deseada y si lo hacen no lo entienden por lo que también tendré que cambiar de idioma.


Deduzco que es una de esas tormentas que azotan mi faro en una noche cualquiera, tan cualquiera que ni siquiera estaba preparada, y mientras las olas se empeñan en golpearte una y otra vez acabas mirando atónita como se instala el frío hasta en el último rincón del lugar dejándote empapada de decepción.


Sin saber cómo la tormenta va cesando y al final una siempre acaba recurriendo al método de toda la vida y lo arregla con tiritas impregnadas de sal de unas cuantas lágrimas invocando para que el tratamiento funcione. No hay mejor medicina que la propia para sanar porque al fin y al cabo eres tú la que tienes que seguir adelante.

No es fácil esto de tratarse con el propio fármaco colocando paños calientes de confianza pero se hace.

Hoy amanece soleado y tranquilo, ya no hay recipientes en la despensa donde poner notitas.
En mi playa encuentro un frasco con una hoja en blanco donde escribo la palabra ADELANTE y la meto en mi bolsillo. Ésta si llegó a su destino.


Cosas de vivir en un Faro

jueves, 3 de septiembre de 2009

Susurros desde el Faro





No sé gritar, no se me da bien y no me gusta hacerlo.

Confieso que algunas veces me ha salido algún grito pero me he sentido tan mal después, que hace tiempo decidí no aprender a hacer algo que considero inútil.


Cuando se vocifera se pierde la cordura, desagrada, se suele insultar, se pierde el control, se hace daño.

Me desagradan esas palabras que te lanzan envueltas en amistad y que traen como regalo sorpresa un fino bisturí con receta incluida de cómo usarse. Lástima que la medicina no sea lo mío y no sepa utilizarlo. Lo devuelvo sin acuse de recibo, sinceramente me es indiferente si lo recibe el remitente.

Huyo de las huecas, las sin sentido, las frías, las pensadas y calculadas con cartabón para que lleguen directamente al lugar dónde saben que hieren. Ya se sabe que las matemáticas no son mi fuerte y con un golpe de compás regresan a su origen.


En cambio, me gusta el sonido de las palabras calladas, aquellas que se quedan entre miradas, esas que se ofrecen con las manos abiertas, las que me acarician en un abrazo sentido. Esas mismas que con voz calmada y serena me llevan a otros lugares, me llenan o simplemente, hacen que las mías salgan de la misma manera.


Me agradan las palabras que se regalan sin esperar nada a cambio, las que no tienen doble sentido, las sinceras, las que se dicen con cariño, con amor y que hacen que sean aún más hermosas. Las claras y limpias, como las tuyas.

Por ello, este Faro desprende en forma de luz términos de ese calibre, estos vocablos que casi se convierten en susurros sabiendo que llegarán a su destino, allá donde estés y a pesar de las múltiples tormentas que de vez en cuando lo azotan.

Cosas de vivir en un Faro.








martes, 25 de agosto de 2009

Sed de ti






Es curioso pero cuando te dejo, cuando te vas, al regresar a casa tomo la botella de agua porque mi boca está sedienta.

Pensé al principio que quizás fuera por consumir tres cervezas, pero ese es un engaño pasajero, pues ahora casi nunca las tomo. El vino ayuda, pero no vacío la botella, por lo que descarté a éste también.

No pensé mucho más allá para saber que la sed que me acecha en la noche cuando te vas es tu ausencia, la falta de ti y tus cosas.

Lo de beber agua es la excusa perfecta para saciar lo que aún no se ha probado, o si lo he hecho, es para evocar el sabor de lo que quedó temerosa de no volver a paladearlo.

Aunque sinceramente tampoco creo que necesite muchas excusas para beber de ti, es más, diría que ninguna, pues el mero hecho de estar a tu lado ya colma no sólo ese deseo, si no todos mis sentidos y sería absurdo si no disfrutara del tremendo regalo que me ofreces.


Mientras admiro ese delicado gusto de lo que ha sido y será pienso en cada gesto, cada mirada, cada palabra que de una u otra manera me cubrió, que me regalaste agudizando el resto de sentidos antes dormidos y hoy ávidos de beber.


Y así voy hoy, entre el desierto y el mar sabiendo que mi oasis queda justo en medio, justo donde estás tú, donde quiero estar. Y aún estoy sedienta.

sábado, 15 de agosto de 2009

Cosas que se quedan a tu lado




Permanecen palabras que no quisieron o no pudieron salir por muchas razones. Esas mismas palabras que espero te envuelvan y te acompañen camino a casa mientras deseo que hablen por sí mismas para que conozcas qué es lo que quería decirte.


No te asustes, pues esos términos quizás te hablen de locuras que quiero compartir, puede que te susurren lo hermosa que estás hoy, posiblemente se acerquen a tu oído para musitarte que me gustas y otras sugieren absurdos que sólo se me ocurren a tu lado.

Las que menos proponen incluso tocar la luna con la yema de los dedos, y las que más desean rozarte.

Si sigo con la lista añadiría las muchas miradas que continúan contemplándote y que por timidez metí en tu bolsillo. Esas aún no las has visto. ¿O si?

Miradas de soslayo para que no te sientas observada, las que quieren hablarte y no encuentran la palabra correcta, la frase idónea. Alguna ojeada a lo que no son tus ojos, como por ejemplo tus dedos, tus manos.

Entonces aprovecho para meterte en el otro bolsillo los pensamientos que quiero se vayan contigo esta noche, te abracen en este anochecer y persistan durante el día. Éste y todos.

Añado sin que te des cuenta algunos suspiros evitados pero sentidos para que te acompañen si te encuentras sola. Y si por casualidad alguna vez piensas en mí y se escapa alguno de tu boca, que te hagan compañía cuando no estoy a tu lado.

Desnudándome de vergüenza te confieso que alguna caricia que tenía entre mis manos también ronda por tu figura intentando fascinarte.Inclusive, al escribirlo, lo hago bajito por si a uno de esos roces se le ocurre cautivarte y mudarse cómodamente a algún rincón de tu piel.

Shissss. ¿Cómo lo haré la próxima vez que te vea?


Lanzaré una pregunta al aire con la esperanza que llegue a ti, como la anterior; si ahora tomo las palabras, las miradas, caricias y suspiros, ¿seré capaz de enredarte, de envolverte de esa manera que deseas?









jueves, 6 de agosto de 2009

Peligro: Corazón trabajando





Este corazón no pone en el pecho un cartel de cerrado del 1 al 31 de agosto, ni siquiera un fin de semana, porque parece que trabaja a tiempo completo 365 días al año más uno en los bisiestos.

Aquí en el barrio han cerrado la carnicería, el bar donde leía el periódico y el señor poco amable de la panadería. Incluso el mendigo del semáforo de la entrada a Madrid que vende ese semanario tampoco estaba esta mañana cuando pasé. Pensé que él también se merecía esas vacaciones sin esquina, sin tiempo contado entre cambios de color del disco,con su eterna mueca entre los coches cerrados a cal y canto de amabilidad o sonrisas.

Parece que hasta yo me tomo unos días para escapar de este calor que me asfixia, una excusa tonta con compromiso adoptado mientras sé que tú también te vas. Eso sí, al parecer este órgano se empeña en tener vida propia y se queda aquí. ¿Para qué?

Por más que intento hablarle siempre me encuentro con respuestas nulas para mis diversas preguntas. Eso sí, se queda mirándome con actitud budista, con esa cara de no haber roto un plato, con esa condición zen de estar todo bien, en su lugar,con la seguridad de hacer lo que debe a cada momento.

Vamos, con esa misma cara que algunas veces dan ganas de partírsela, pero seamos francos, quién hace eso con el corazón? Y lo más importante, ¿cómo me voy yo sin corazón?

En uno de esos intentos por sacarle información me envió un burofax totalmente oficial para pedirme paciencia.¿ Será indisciplinado? Reconozco que me enfadé y tuve un arrebato de desasosiego, pero se me pasó cuando comprobé el cargo en mi cuenta bancaria de los 6 euros del envío.

La siguiente vez, digamos que fue un poco menos legal y me lo dijo con carta certificada que tuve que firmar religiosamente al amable cartero.

Opino que podría decírmelo verbalmente, no sé, quizás un mail que está de moda ya que sabe perfectamente mi dirección y contraseña. También me valdría una nota en mi almohada al despertarme (no pido ya la rosa, caray), o un post it en el espejo del baño escrito con mi barra de labios. ¿Tanto le cuesta esos detallitos a este corazón mío?

Como no tengo nada de esto, he decidido aceptar su decisión de seguir trabajando por aquello que quiero y deseo. Sé que un día me regalará lo que tan pacientemente ha cultivado. Ni más ni menos.

Por si acaso voy a ahorrar alguna moneda, no sea que la próxima notificación sea aún más oficial y no sepa como pagarla.



viernes, 31 de julio de 2009

El deshollinador







Cuando de muy jovencita leía Momo, me encontré por primera vez, conscientemente, con los hombres grises.

Si de aquella Momo escapaba de ellos como alma que lleva el viento, no voy a ser yo menos, que tengo unos pocos años más que ella.

Sin tortuga que me pertenezca, algunas veces aparecen en mi vida por arte de magia (y sin ella), poniéndome trabas a todo aquello que intento hacer. Hombres grises, días grises.

En estos días nada responde, ni yo, ni el resto de botoncitos que vitalmente están colocados estratégicamente en cada parte de mi cuerpo.

Todos fallan, excepto uno.

El botón rojo que nada tiene que ver con la alarma nuclear (pero como si lo fuera), el botón rojo de alarma. Ese se pone a sonar con un aullido desesperado para que haga algo, y pronto.

Entonces yo, más tarde o más temprano, me pongo el casco y el mono de trabajo para que todos los niveles vuelvan a estar equilibrados, para que todo regrese a su lugar. Es una fuga de emociones, una escapada del optimismo hacía el fondo que no tiene fin hasta que yo diga basta. Algo que tengo que atajar.

Me pongo también los guantes, no sea que me queme con tanto desánimo o que el frío témpano de la desesperanza me atrape para convertirme en una escultura de esas que se esculpen para deleite de los que pasan por allí. Y para deleite, con vuestro permiso, el mío.Luego lo comparto.


En algunas ocasiones, reconozco que me cuesta que los grises, grises hombres con sus sombríos días se vayan. Es entonces cuando mi cara se pone negra del hollín que está suspendido alrededor, y yo, me transformo en un buen deshollinador que se afana en limpiar su chimenea. Vamos, en todo un espectáculo me convierto, eso sí, con mi sombrero.

Me pregunto si no será todo tan fácil como pensar, guiñar o pestañear dos veces para introducirse de nuevo en la escena en la que el deshollinador baila claqué con varios pingüinos que son camareros en un hermoso merendero en el que me gustaría estar.

Así debería ser, tan simple, tan sencillo.Tengo que seguir acicalando.

En cualquier caso, un buen deshollinador que se precie, intenta siempre tener su chimenea bien limpia. En igual medida que siempre aparece Mery Poppins que le canta y anima.

Mientras sigo con la faena, he de decir que ya conozco a mi "particular" Mery Poppins ,que por cierto, tararea de maravilla.


Aún me falta verla bailar, pero todo se andará. Quizás cuando mi chimenea reluzca.








domingo, 26 de julio de 2009

Me debes un sueño


O te debo yo muchos, me lo aclaras tú ?

No sé lo que sueñas despierta, pero ansío saberlo uno de estos días.

Yo no sé que darte, porque de esos (los sueños) estoy bastante llena, pero me falta averiguar a ciencia cierta ,de qué manera, de qué forma, son los tuyos para que se amolden a los míos.

Imagino, pienso, pero parece que por el momento nada se acerca a lo que deseas aunque sospecho que pronto los tuyos y los míos se encontrarán.

Mientras te miro pienso en miles de sueños y tengo miedo a que nada se parezca a eso que anhelas, y entre mirada y mirada, me invento uno nuevo que se queda en mí porque no sé cómo decirte que en el sueño que quizás te debo, estás tú.

Te correspondo un sueño y cada noche, al acostarme pienso en cuál regalarte a lo largo del siguiente día. Intento mil y una tretas para satisfacer tus sueños, y a veces pienso que no soy capaz de llegar siquiera allí dónde comienzas a soñar. Quieres enseñarme tú?

Mientras pienso en cuál regalarte me paseo de puntillas por los distintos colores para pintar el exacto, con el matiz preciso, con el tono justo para que tus ojos se queden prendados de un sueño que deseas.

También suelo examinar mis pensamientos por si en alguno de los recovecos se me quedó algo que aún no te dije. Dios!!! Cuántas cosas por expresar aún sin saber como liberar las palabras que presas están.

Ensayo en las noches miles de suspiros, miles de palabras e imágenes para regalarte, pero cada amanecer se quedan en mi pecho porque me cuesta llegar a ti, encontrar el camino y no quiero buscar ningún atajo. Reconozco que el miedo atenaza aún mis deseos.

Te debo cientos de sueños que aún están por cumplir, que quiero que se hagan realidad a mi lado, todos esos que tú también, estoy segura, sueñas y que compartiremos.

Lo mejor de todo, es que hoy no nos obligamos a darnos ningún sueño pero deliramos con ellos.

Hoy voy a forjar el mío partiendo de una caricia, una mirada y un suspiro. La mejor base cuándo sé que esa mirada era exclusivamente para mí, cuando la caricia aún me quema y el suspiro resuena en cada rincón de mi mente.


Quizás no te deba un sueño, pero sí la capacidad de poder seguir soñando.

Me sigo preguntando qué sueñas tú.

jueves, 23 de julio de 2009

Un reloj sin hora


Tengo un reloj nuevo al que se le paró la hora esta tarde si enterarme yo de este acontecimiento tan singular.

Nunca he creído mucho en esto del tiempo, salvo que es relativo, (supongo que por quedar bien) y ahora me encuentro con un tic tac en mi muñeca derecha que no es mío.

¿Qué hago yo con este reloj que no me pertenece? Lo normal sería devolverlo, pero, ¿cómo repongo el tiempo que no está? Ay Dios, vaya dilema que tengo.

Si intento acordarme de lo que he hecho hoy, seguro que puedo ponerlo en su sitio y de puntillas restablecer todo a su dueña.

Veamos, esta mañana estuve viendo una exposición, pero el problema es que confundo colores, títulos de cuadros y dibujos de Matisse . Caray , ¿ y qué hora era esa en la que me perdía entre miradas, desnudos y odaliscas? No lo sé, ¿tenía ya el reloj en mi poder?

Recuerdo que me preguntó la hora y miré directamente mi teléfono móvil, pues cómo hace años que voy con las manos vacías de tiempo, nunca miro allí dónde se supone que debe estar.

Deduzco que para entonces el tiempo se había parado, pues es seguro que él recordaba que entre mis dedos puede escaparse sin traba alguna por mi parte.

Después, dando un paseo aparecí en un restaurante italiano donde el vino fue la excusa para trastornar mis sentidos mientras disfrutaba de la compañía. Recuerdo que entonces algo dorado ya estaba en mi muñeca, pero el tiempo seguía sin aparecer.

Cómo no cuento minutos, no sólo el sol me acompañó mientras tomaba un whisky entre butacas azul turquesa y velas encendidas.


Y de nuevo sin saber que llevaba ese tiempo que no era mío.

¿Me convertí en ladrona de un tiempo que no me pertenece?. No, no… ese tiempo fue compartido, pero la cuestión es saber cómo y cuándo se esfumó exactamente.¿Es realmente ese el tema?

Cuando el día ya se estaba retirando yo hice lo mismo, eso sí con pena, para dirigirme luego sola a casa. Ni siquiera en ese momento fui consciente de lo que traía conmigo.

Instantes después me indagó la hora y giré mi brazo: eureka, allí estaba!!!!. Entonces me di cuenta que si estaba su reloj, sin embargo, el tiempo debió correr al mismo lugar donde están ahora mis pensamientos.

Aún no sé como entregarle ninguna de las dos cosas.


domingo, 19 de julio de 2009

Por necesidad


Un pequeño gran sueño

Lo tuve hace un mes aproximadamente pero aún ronda por mi mente y mi habitación.

Son situaciones de esas absurdas donde hay mucha gente que has conocido a lo largo del tiempo. Una casa y un jardín.

Me dedico a hablar con unos y otros, mientras tú me buscas y siento tu mirada acariciándome. De vez en cuando giro la cabeza y nuestros ojos se encuentran mientras seguimos nuestras conversaciones.

Una escalera y dos personas de avanzada edad me piden ayuda, allí también estás tú para hacerlo.

El jardín y el mundo desaparecen, en mi sueño sólo queda el verde césped donde estoy sentada y tú. ¿Dónde se fueron todos?


En un instante mágico te inclinas hacía mí lentamente, como si fueran planos cortos y seguidos de una película muda. Y hablaste, apenas un susurro que escuché bien bajito:

- No me beses, por favor, no me beses

Mientras lo decías te acercabas aún más, mirándome intensamente, cada vez más cerca, mucho más-

- No me beses, por favor, no me beses

Tus labios tocaron los míos. Nos besamos y me desperté. Fue imposible tras ese sueño volver a dormir, pues en mi mente sólo estabas tú y el beso. Toqué mis labios y miré al techo. Me pregunté el por qué me pedías no besarte y tú lo hacías. No hay respuesta aún, yo no la espero pues la pregunta se quedó entre mis sábanas.

Hay veces que no hay que hacerlas para saber la réplica, o quizás el miedo me impidió hacerla .

Tardé dos horas en levantarme, y no lo hice antes porque aún estaba soñando contigo, disfrutando del instante.
Me quedé sin palabras, y he inventado estas torpemente para decírtelo. Sí, por pura necesidad lo hago, y ésta, mi necesidad, también es una buena razón.

viernes, 17 de julio de 2009

Clases de gente y gente con clase


Mire usted que hay diferencia entre ambas.

En esto del vivir, te encuentras con muchas clases de gente pero con muy poca que tenga clase.

En la primera se elige los géneros. Uno elige si quiere pasar por la fase de la envidia, por ser egoísta, por ser demasiado protectora. Por andar por la calle atacando .De alguna manera uno elige hacer daño.

Entre la fauna de esta clase de gente, encontramos a los que caminan con el ceño fruncido, enfadados con el mundo y de paso conmigo que no sé nada al respecto y por mucho que intentes deshacer el malentendido, más se enfadan para acabar cogiendo la puerta , saliendo y dejándote con un par de narices.

Otros son salvajes que intentan “comerte” en cuanto te das la vuelta. Y una ya aprendió a llevar machete para abrirse camino entre la maleza, aunque es verdad que muchas veces esta es tan espesa que cuesta quitarse de encima a las alimañas que se esconden en tu propia debilidad.

Aún estoy con los cursillos de aprendizaje que, según dicen las instrucciones, duran años y años. Incluso suelen salir heridas en la mano de tanto intentar salvar las situaciones. Pero se sigue luchando, gateando también se avanza.

Aquellas que calladas tiran piedras con ametralladora, las que engañan con palabras hermosas adornadas con el calor de unos cubitos de hielo y sacadas del mismísimo infierno, las que ejercen de mantis religiosa engañando con besos y caricias falsas mientras te atrapan entre sus patas prometiéndote la mejor tela de araña y el amor eterno (nunca mejor dicho).Vamos, que te regalan las letras R.I.P mientras susurran un te quiero.

Si me empeño, le juro, que podría decirle muchas más clases de gente, tantas como documentales puedan emitir en la BBC. Y de todos ellos, hay que escapar. Son toxinas que afectan a cada parte de nuestro cuerpo.

La clase ni se compra ni se vende. Tampoco la puedes sacar de una chistera por mucho que lleves sombrero para aparentar. No es el perfume que te pones ni la vestimenta cara , aunque le diré un secreto: hasta con zapatillas de andar por casa, el que la lleva, la mantiene.

La clase no se puede quitar ni siquiera cuando te dejan desnuda no sólo de ropa, en ese caso, levantas la cabeza y andas como una reina.

Con la clase no se comercia ni se negocia. Se tiene o no se tiene, te enseña como comportarte en situaciones adversas, en las críticas. Te moldea, te acaricia, coquetea contigo.

La clase no la puedes pedir en la iglesia, ni tampoco te la dará el cura de turno que te está confesando tus pecados por mucha penitencia que hagas, por muchas limosnas que entregues.

Ese tipo de clase de la que hablo, te hace ser mejor persona, te permite ayudar a los demás, mantenerte erguida aunque tu interior este destrozado por el daño colateral de esta clase de gente que carece de la clase necesaria para decir la verdad.


Sí, definitivamente, hay clases de gente y gente con clase. Lástima que me encuentre con tan poca de esta última. A seguir buscando y sobre todo, a disfrutar de la que ya está a mi lado.

miércoles, 15 de julio de 2009

La libertad y la voluntad




“El azar es el principio creador del Universo”

J. de Saint-Aymour

Leyendo un libro prestado me encontré con esta frase que dice uno de sus personajes. Y añade:

-“La gente cree que puede elegir sólo porque tiene varias opciones. Con frecuencia ocurre que si tienes muchas opciones crees que eres libre. Pero la única libertad posible es la libertad de elegir, cualquier tonto lo puede entender”


Vamos, que hasta yo lo he entendido .La paradoja está en que al elegir, en teoría,(y en la práctica?) ya no somos libres, entra en juego la voluntad. Y la voluntad deja de ser un acto de libertad porque es una acción consciente, mediatizada por estímulos exteriores.

Parto de la base que la auténtica libertad existe por sí misma, de manera subconsciente. Debe ser el estado más natural del ser humano, pero lo hemos olvidado porque nos preocupamos en qué elegir para confundir entre el ser y el tener.

Se puede ejercer la libertad y la voluntad conjuntamente si son distintas? Uno es libre de elegir una u otra cosa, pero al elegir escoge la que debe. Es entonces el deber una trampa social?

Deduzco que cuanta mayor certeza se tiene que se elige libremente, más se opta por lo que se debe. Y si esto es verdad….no se transforma nuestra voluntad en la voluntad colectiva?

Entonces, dónde queda nuestra libertad si al final hacemos lo que esperan los demás de nosotros? Qué se debe elegir, la voluntad o la libertad?

Vamos, que me he liado yo solita sin saber muy bien lo que digo, que una tiene la libertad para escribir y liarse , así como la voluntad para callarse. Física cuántica debe ser esto, por lo menos, y si alguien me lo explica, mejor que mejor.


Eso sí, cada día estoy más convencida que mi intención es ser lo que pueda llegar a ser, nada más………..pero nada menos

sábado, 11 de julio de 2009

Viviendo musicalmente



“Todo el Universo es música”, me dijo un día no muy lejano Leticia.

Ay va, qué estaba yo escuchando entonces?. Vale, escucho música, pero de entendida nada de nada. No sé si esto es como el vino, que sabes si te gusta o no, ( por qué a todos nos gusta el buen vino sin saber de ello?).Bueno, respecto al vino, he hecho algunas catas, por lo que un poquito sé.

Pero, se hacen catas de música? Creo firmemente que se deberían hacerlas en el colegio, si Señor. Entonces podríamos apreciar la cantidad de música que hay a nuestro alrededor y que no escuchamos. La música nos “embriagaría” pero sin tener resacas absurdas y sobre todo, dolorosas. Sin tener borracheras paradójicas.


Deberíamos saber apreciar la musicalidad que existe en la lluvia, con sus repiques en tonos menores, lentamente o incluso tristes, ó las tormentas con sus tonos mayores (a mi me encantan las tormentas). Se llamará a eso Allegro o allegro ma non tanto? .En cualquier caso, sigue siendo allegro.

Lo que quiero decir es , no quedarnos sólo en trinos de pajarillos que afortunadamente quedan en las ciudades. Ir más allá, un poquito más allá para encontrar la belleza en todo lo que nos rodea. Sí, esa belleza que algunas personas y cosas desprenden y casi nadie se da cuenta. Ni siquiera ellos mismos, lo que añade aún más encanto y hermosura de quien no es consciente de ello.

Alguien se ha parado alguna vez a escuchar como el viento acaricia las ramas de los árboles como cuerdas de violín?. Sí, conozco a varias. Incluso si te acuestas sobre la hierba y cierras los ojos, puede que una orquesta entera te toque acordes de Vivaldi con sus estaciones.

Hasta el silencio tiene su propia música, algunas veces como afonía se acerca a un Réquiem, vibrante, hermoso.

Reconozco que me pierdo con eso de los nombres que le dan con letras y números, pero como todo, debe tener una explicación.

Sí sé, en cambio, que todos esos nombres son como la vida misma: Passions ,supplice, allegros, largos, prestos, adagio, spiccatos.

Todas estas fases las pasamos nosotros y no nos damos cuenta. Entonces, por qué no hacerlo musicalmente, que será más agradable? Me pregunto como será una voz que imita al tarareo mientras habla. Voy a buscarla que seguro la encuentro.

Me admira esos auténticos genios que en un trozo de papel supieron poner con rayas y símbolos lo que sonaba en su cabeza para que hoy, otros genios puedan tocarla.

Me asombra que hasta hace poco tiempo, no era capaz de distinguir sonidos, ni escuchar tanta música a mi alrededor. Como cantaba Sabina, debía ser el ruido que me lo impedía.

En fin, me he propuesto que todos mis días sean en tono Mayor. Siento curiosidad cómo los quieres vivir tú.

sábado, 4 de julio de 2009

1+1=1



Nunca he sido buena en matemáticas, soy de letras, e incluso, algunas veces, estas se me rebelan. No quiero echarle la culpa a esta anécdota en mi vida, pues se empeña una en hacer juegos malabares con números que a veces desafían hasta la mejor ecuación de Premio Nóbel.

Lástima que aún no se haya creado un galardón en el que se premie este tesón para que sea el número correcto , quizás este sea un buen momento para organizarlo no?. Aunque adelanto que yo no sería candidata, ya no.

Me dijeron que uno más uno era siempre dos, y yo he descubierto a base de borrar en unas cuantas ocasiones, que muchas veces la consecuencia es uno. Un simple número pero el más importante, pues se trata de una misma, de tu propio yo. (en ese momento dejamos de ser un número sin valor)

Mientras ejercemos de científicos nos obstinamos en que la otra persona forme parte de nuestra vida como si fuera un seno acoplado al mismo pecho. Sin embargo se me olvidó que la proporcionalidad de la que habla el teorema, no es tal. Carece de ella. No hay relación de dos si no existe proporción en las partes. No si uno da más, y se recibe menos. No si la balanza cae peligrosamente en la parte del negativo.

Entre teoremas pasé por la hipotenusa recordando a Pitágoras y hasta el nombre se me antoja extraño al repetirlo tres veces. Imposible. Hasta los sabios en este tema (habrá doctos en esto del amor?), dicen que algo pasa con la hipotenusa ya que no tienen la misma pendiente como a primera vista se podría deducir. En consecuencia, el otro número no es tal, por lo que de nuevo, no me sale el 2 deseado tras la suma uno más uno.

Si hubiera repasado mis libros, hubiera sabido de antemano que la hipotenusa no era un triángulo a primera vista y se convierte en cuadrilátero donde cada una está en una esquina con sus guantes preparados para el siguiente combate.

Cuántos factores existen en el mundo no matemático para que se cumpla mi titulo? Cuantas veces borramos la pizarra porque no nos gusta el resultado para intentarlo de nuevo?
Me pregunto si sacamos de dentro un Einstein imaginario y escondido visto lo visto.

Se nos acaba la tiza y aún así, mantenemos esa terquedad para realizar muchas más operaciones en las que el resultado siempre es el mismo. Son relaciones "matemáticas" en las que un vector no cuadra, y el otro se gasta el sueldo en cajas de tizas, ya de colores, para seguir haciendo experimentos.

Si toda ciencia es parte de lógica, dónde se perdió la nuestra cuando no salen las cuentas? Necesitando geometría y espacio se acabaron las tizas y quemé el encerado hasta que el último logaritmo salió de mi vida.

Hay que comenzar por el álgebra elemental, la simple, para que el resultado sea el 2, un número racional y real, nada de complejos e infinitos. Ni siquiera primos. Menos aún el 3, por Dios, qué despropósito!!!

En cualquier caso, no hay que ser un gran matemático para saber, que muchas veces, la suma de uno más uno, no es dos. Por mucho que se nos antoje. Borrón y cuenta nueva.

Deduzco que en el próximo examen de matemáticas sacaré mejor nota.

sábado, 27 de junio de 2009

Levando anclas, largando lastre



Uno de estos días en los que se pone una a pensar me di cuenta que mi mochila estaba llena de cosas inútiles. Rebosaba hasta el punto que hacía que mi cabeza se inclinara y la vista poco se levantara del suelo.

Decidí limpiarlo dejando así lugar para mis nuevas cosas mientras pensaba en la cantidad de objetos que nos echamos a la espalda inconscientemente.
Sin miramientos la abrí y deposité todo en el suelo para lanzarlos lejos de mí mientras me sentaba con las piernas cruzadas.

Encontré algunas hojas ya amarillas por el paso del tiempo con mensajes de amor caduco escritos a mano con letra que no recordaba.

Un reloj parado hace años que es imposible poner en marcha de nuevo, y creo que ni el mejor relojero lo haría. Descartado. En cualquier caso ya tengo otro reloj nuevo que me da las horas con sones de Schubert y me gusta mucho más.

Encontré canciones pasadas de moda que ya no hacían daño y muchas de ellas me eran indiferentes. Algunas copas de más .En un pequeño saco de terciopelo verde demasiadas lágrimas que arrojé al mar. Sin saber cómo llegó hasta allí, también había varias esquinas donde obstinadamente me arrastraba. Estas no las tiré, pues pensé que para mi nueva vida vendrían bien adornadas con flores y con una mano de pintura de un color alegre. Curiosamente ocupaban menos sitio ahora .

Pude ver promesas incumplidas, amor no correspondido y estos también se fueron de mi mochila. Me topé con un manojo de esperanzas ya podridas por la espera que lo único que hacían era detenerme y un ramillete con ilusiones oxidadas. Me puse a trabajar en ambas para que las esperanzas fueran renovadas con otros objetivos y dejé relucientes las ilusiones.

Cuando acabé con ambas, descubrí que estaban rejuvenecidas y preparadas para entrar en acción. Con mucho cuidado las coloqué en la parte de arriba de mi mochila para que se vieran bien y no las olvidara. Añadí el Cuarteto para Oboe en F Major K370 de Mozart que acabo de descubrir y que adoro por muchas razones. Hasta tarareo de vez en cuando, como ahora mismo.

Mientras colocaba esto salió mi alma que se escondía entre esperas y kilos de más tomando una bocanada de aire in extremis , pues se estaba ahogando .Le ofrecí el cielo azul y le cedí el lugar que le correspondía, al que gustosamente se acopló.

Había demasiados recuerdos dolorosos que fui limpiando y quedándome exclusivamente con aquellos que me hacía sonreír. Algunos sueños imposibles y absurdos que dejé escapar con una advertencia de “cuidado” por si alguien los tomaba prestados.

Cuando deseché todo esto, metí mis nuevas cosas, nuevos sueños, esperanzas e ilusiones, mi distinto reloj con sones de Schubert, el Cuarteto de Mozart ,y sobre todo, dejé un amplio espacio libre para ir poniendo solo aquello que no me haga inclinar la cabeza.

Me levanté, ya no vi el suelo. Estaba, de nuevo, erguida y satisfecha. Hace un día claro y precioso que voy a disfrutar.Vaya, sigo tarareando.

jueves, 25 de junio de 2009

La Guardiana del Faro




“Puedes viajar por el mundo, pero lo que importa es tu paisaje interior”


Y el mío está cambiando, y esta vez sé que es la correcta.


Decía el Farolero que apagaba y encendía el Farol de su Planeta porque era la consigna. No había otra explicación, era la consigna. ¿Es la consigna adecuada?


Yo, que no intento encender ningún farol, salvo el mío, y ya es bastante, he descubierto que mi consigna estaba equivocada. O quizás sea mejor decir, que la consigna cambia dependiendo de aspectos externos y sobre todo internos. Cuando una se da cuenta que ha seguido la consigna errónea tiene dos opciones: cambiarla y cambiarse.


Hoy comienzo a cambiar consignas, a cambiar las combinaciones de cajas de seguridad que fui yo quien cerró con composiciones absurdas de números y letras manteniendo recuerdos que son sólo eso, recuerdos.


Hoy busco la luz del Farol, sabiendo que si está apagado, seré yo quien deba buscar la manera de encenderlo.


Faros, fareros, faroles y faroleros. Siempre han guiado para que podamos llegar a nuestra meta, nuestra consigna en la vida .En cada tormenta el marinero busca la luz de ese Faro que le ayude a regresar a tierra, a ponerse a salvo. Siempre encendido, siempre alerta.


Soy yo quien busca ahora el faro, la luz. Y quien la encuentra.


Marinera con camiseta a rayas blancas y azules en pie sobre cubierta, orgullosa.


Soy yo, y nadie más, quién comienza a navegar hacía la orilla. Y hoy es un buen día para comenzar.


Hola, soy la guardiana del faro.