"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Antoine de Saint-Exupéry


sábado, 27 de junio de 2009

Levando anclas, largando lastre



Uno de estos días en los que se pone una a pensar me di cuenta que mi mochila estaba llena de cosas inútiles. Rebosaba hasta el punto que hacía que mi cabeza se inclinara y la vista poco se levantara del suelo.

Decidí limpiarlo dejando así lugar para mis nuevas cosas mientras pensaba en la cantidad de objetos que nos echamos a la espalda inconscientemente.
Sin miramientos la abrí y deposité todo en el suelo para lanzarlos lejos de mí mientras me sentaba con las piernas cruzadas.

Encontré algunas hojas ya amarillas por el paso del tiempo con mensajes de amor caduco escritos a mano con letra que no recordaba.

Un reloj parado hace años que es imposible poner en marcha de nuevo, y creo que ni el mejor relojero lo haría. Descartado. En cualquier caso ya tengo otro reloj nuevo que me da las horas con sones de Schubert y me gusta mucho más.

Encontré canciones pasadas de moda que ya no hacían daño y muchas de ellas me eran indiferentes. Algunas copas de más .En un pequeño saco de terciopelo verde demasiadas lágrimas que arrojé al mar. Sin saber cómo llegó hasta allí, también había varias esquinas donde obstinadamente me arrastraba. Estas no las tiré, pues pensé que para mi nueva vida vendrían bien adornadas con flores y con una mano de pintura de un color alegre. Curiosamente ocupaban menos sitio ahora .

Pude ver promesas incumplidas, amor no correspondido y estos también se fueron de mi mochila. Me topé con un manojo de esperanzas ya podridas por la espera que lo único que hacían era detenerme y un ramillete con ilusiones oxidadas. Me puse a trabajar en ambas para que las esperanzas fueran renovadas con otros objetivos y dejé relucientes las ilusiones.

Cuando acabé con ambas, descubrí que estaban rejuvenecidas y preparadas para entrar en acción. Con mucho cuidado las coloqué en la parte de arriba de mi mochila para que se vieran bien y no las olvidara. Añadí el Cuarteto para Oboe en F Major K370 de Mozart que acabo de descubrir y que adoro por muchas razones. Hasta tarareo de vez en cuando, como ahora mismo.

Mientras colocaba esto salió mi alma que se escondía entre esperas y kilos de más tomando una bocanada de aire in extremis , pues se estaba ahogando .Le ofrecí el cielo azul y le cedí el lugar que le correspondía, al que gustosamente se acopló.

Había demasiados recuerdos dolorosos que fui limpiando y quedándome exclusivamente con aquellos que me hacía sonreír. Algunos sueños imposibles y absurdos que dejé escapar con una advertencia de “cuidado” por si alguien los tomaba prestados.

Cuando deseché todo esto, metí mis nuevas cosas, nuevos sueños, esperanzas e ilusiones, mi distinto reloj con sones de Schubert, el Cuarteto de Mozart ,y sobre todo, dejé un amplio espacio libre para ir poniendo solo aquello que no me haga inclinar la cabeza.

Me levanté, ya no vi el suelo. Estaba, de nuevo, erguida y satisfecha. Hace un día claro y precioso que voy a disfrutar.Vaya, sigo tarareando.

3 comentarios:

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  2. Ya que lo mencionas, querida Ana, te regalo una frase de Mozart:

    "Lo más necesario, difícil y principal en la música, es el Tiempo".

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  3. Ojala todos pudieramos vaciar esa mochila, o porlo menos yo, que aveces pesa tanto. Y ahora en este momento de mi vida creo que lo voy a hacer, ya es hora. Me encantan tus relatos, sigue, con ellos, un beso.

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