"Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es linda."
Antoine de Saint-Exupéry


jueves, 28 de marzo de 2013

Y además, Semana Santa




Hay Semanas Santas que recuerdo por diferentes motivos.
Allá en el pueblo de León donde las mujeres íbamos separadas con la procesión de la Virgen y los hombres por otro para juntarnos en la plaza y hacer el encuentro. Todos juntos de nuevo a la Iglesia  y ese Miserere  a capela que aún retumba en mi cabeza… eee,eeeee,eeeee. 
Ahora sé que ni siquiera sabían la letra en latín a pesar de llevar un viejo libro en sus manos. De oído.

Luego a recorrer los bares y “matar judíos” bebiendo esa limonada rica con pastas hechas en casa mientras  discutíamos cuál estaba mejor.  Al final ya no sabíamos  a quién matábamos ni quiénes éramos.

Años más tarde descubrí la andaluza allá en Cádiz. Viví la pasión y devoción de toda aquella gente que se preparara durante un año para su estación de penitencia. Las lágrimas en caso de no salir, el esfuerzo, la belleza de los pasos, la emoción de un momento en la calle Misericordia en el Puerto de Santa María.

 La fuerza de una imagen, el olor a incienso, la cera de las velas cayendo al suelo.
La música removiéndote hasta la última célula de tu ser. Las cornetas, los clarinetes y trompetas. Tambores que retumban en tu cabeza. El baile de los pasos al son de las notas. La “levantá” y el corazón volando. Lágrimas  de emoción.La saeta que rasga.

Pasados estos años tuve la oportunidad de cumplir una promesa hecha hace 20 años y me atreví. Salí de penitente acompañando al Cristo de la Columna un miércoles Santo.

Salí a las 19:00 hrs   con mi bastón  debido al problema de rodilla y me recogí a las 02:00 hrs. Para mí esa experiencia  sin ser particularmente  católica practicante fue muy enriquecedora. Confieso que en esas horas hice voto de silencio  y ni siquiera cuando el capataz se preocupaba  por mi estado y mi rodilla lo rompí. Solo asentía con la cabeza de igual manera que cuando aquellos chiquillos de la cofradía me ofrecían agua  durante el recorrido.

Sencillamente fue un encuentro conmigo misma que agradezco enormemente  a la Hermandad por ofrecerme esa oportunidad. Aguantó mi rodilla y aguanté yo junto con mi amiga Teresa.
 Al entrar en la iglesia y  con puertas cerradas pudimos descubrir nuestros rostros (antes no estaba permitido) nos abrazamos y lloramos.
Luego, sencillamente, entramos en el único pub que estaba abierto para tomarnos algo y compartir experiencias.
Semanas Santas especiales por distintas causas, en lugares diferentes y con personas que sencillamente estaban a mi lado en ese momento.

Y así han pasado estos días y semanas. Entre emociones, recuerdos, pasiones y alguna lágrima furtiva. Del mismo modo que las siguientes llegarán. Y que no falten.