
Tengo un mechón de canas de número indefinido asentadas en un remolino a la izquierda de mi pelo, encima de la ceja. Uno de esos remolinos que vienen de serie al nacer y que la peluquera se empeña en llevar al lado contrario mientras ellos perseverantes regresan a su lugar al mismo tiempo que yo salgo por la puerta de la peluquería.
Yo no sé cuantas son ni me preocupo en contarlas. Las veo en el espejo al peinarme y las saludo cordialmente mientras me acuerdo del maldito duende que se dedica a pintarlas cada noche cuando me quedo dormida. Nunca supe hacer nada en mi colegio con el lápiz de color blanco, mientras él parece un especialista en trazar en las sombras una más, o dos, quién sabe, para que al día siguiente estén allí.
Es más, aún creo que el lápiz de ese tono venía en las cajas porque adornaba, o acaso sabes de alguien que pintaba blanco sobre blanco?
Observo que cuando la gente habla conmigo se fija en ese mechón blanco para acabar diciendo que ese corte de pelo me queda bien, que me hace interesante (antes no era interesante o es que ahora, cuando tengo cuatro o más canas sí me hacen cautivadora? ). Nadie se atreve a decirme poco más al respecto, salvo un osado que se atrevió a insinuar un leve parecido a cierto bicho peliculero llamado Gremlins o algo así. No recuerdo su nombre, lástima, nunca más supe de él.
Todos se quedan pensando en qué decir cuando es, sencillamente, unas cuantas canas en un pelo castaño.
Por mi parte me da reparo quitarme una con ese dicho que me salen siete más, y es que no estoy por la labor de quitarle trabajo al maldito enano nocturno que bastante mal están las cosas para dejar sin ocupación a alguien que la verdad, lo hace harto proporcionado. Por lo menos, esta que escribe está bastante satisfecha con la labor realizada, pues están todas juntitas y no deslucen.
Eso sí, pensé en pintarme el pelo de color indefinido pero no acerté con esa tonalidad.Busqué en la playa algún pigmento acorde con el blanco nieve pero no pasé de un beige que desentonaba con mi ánimo y lo descarté.
Finalmente decidí dejar trabajar al malvado retaco que se entretiene en mi cabello mientras lo imagino rompiéndose la cabeza para saber cual es el siguiente mechón a colorear. Entretanto, fantaseo con la próxima excusa que me pondrán, ensayo mi cara interesante y renuevo mi caja de colores, que nunca viene mal pintarse de cualquier color.